Gabriel García Márquez a la luz del 2024
Cómo enseñarle a una niña a leer
Mi primera aproximación a los libros fue a través de Harry Potter. Sus aventuras para proteger la piedra filosofal me abrieron un portal hacia un mundo que no conocía: la lectura cotidiana. Leer libros de más de cincuenta páginas me parecía muy tedioso, como una de esas cosas que la gente adulta hace por obligación. Al leer Harry Potter me di cuenta de que estaba equivocada.
Después de Harry Potter, me embarqué hacia el descubrimiento de los grandes clásicos latinoamericanos: Doña Barbara, Rayuela, De amor y de sombra, Cien sonetos de amor, Veinte poemas de amor y una canción desesperada... Hasta encontrarme con Cien años de soledad. Esta última era una novela tan conocida, que su fama opacaba mi curiosidad; hacía que perdiera el interés en leerla.
Recuerdo también que era uno de los libros obligatorios en el programa de Lengua y Literatura de bachillerato. Creo que el hecho de fuera una lectura impuesta, hacía que me dieran menos ganas de leerla. Para ese entonces, mis problemas se reducían a decidir entre leer Cien anos de soledad, o ir a la piscina con mis amigas el fin de semana. Para la niña de quince años que amaba el sol y el calor, no era muy difícil escoger qué hacer. ⛱️
Cuando al fin cedí y decidí adentrarme en la historia, me di cuenta de la riqueza narrativa de la cual me estaba perdiendo. El realismo mágico latinoamericano estaba presente en todo su esplendor. Esto abrió un surco en mis intereses literarios: libros como El coronel no tiene quien le escriba, o Crónica de una muerte anunciada, se convirtieron en una evidencia. Quería leer más y más sobre lo que García Márquez tenía para decir. En ese momento, desarrollé un gran respeto hacia el escritor.
La lectura en la vida de migrante
Cuando decidí mudarme de Venezuela, me perdí en el estrés de la vida migratoria. ¿O de la vida de "expatriada", debo decir? Pareciera que el término que le adjudicamos al hecho de mudarnos de país, depende del lugar donde venimos. Pero eso es tema de otra publicación, trataré de seguir enfocada.
De tanto estrés, se me olvidó priorizar mis necesidades. Me desconecté de los placeres sencillos que me dan serenidad. Pasar la tarde del domingo derretida en el mueble, leyendo hasta que sea la hora de cenar, por ejemplo. Ahora que tengo un poco más de tiempo, he decidido volver a la lectura, porque me ayuda a articular lo que pienso. Leer le da colores a mi vocabulario.
Entonces, ahora vivo en Francia. No sé si haya algo mas difícil que conseguir libros de literatura latinoamericana en español en este país, pero a mí me ha costado un monton. Mi objetivo principal era descubrir escritoras de literatura contemporanea lationamericana para reconectar con la lectura desde una perspectiva fresca, pero el objetivo fue tan ambicioso, que tuve que bajar mis expectativas; comenzar por lo que ya tenía en casa: Crónica de una muerte anunciada.
Así fue. Antes de retomar a Gabriel García Márquez, estuve leyendo durante varios meses La vie mode d'emploi de Georges Perec, un libro lleno de múltiples historias, de ironías muy sutiles. Leer en una lengua extranjera es nutritivo para mi cerebro, pero implica un esfuerzo complementario.
Recuerdo la sensación al leer la primera página de Crónica de una muerte anunciada: la fluidez de leer en mi lengua materna era como estar vestida de seda; me trasladé al porche de mi casa.
La mini-crisis de identidad
Me devoré Crónica de una muerte anunciada sin siquiera darme cuenta. El tiempo cíclico de García Márquez me envuelve con facilidad, y me mantiene atenta a cada escena que describe. Sin embargo, un sabor de incomodidad se manifesto desde las primeras paginas del libro: el lugar concedido a Angela Vicario en la historia. La importancia otorgada a no haber llegado virgen al matrimonio. Las creencias de aquella época que marcaron tantas generaciones.
Al terminar el libro, en vez de sentir satisfacción por una historia bien escrita, sentí... Desapego. Me sentí desconectada de una historia con la que ya no me identifico. Mi cabeza se llenó de preguntas:
¿Cómo es posible que Pura Vicario (la madre de Angela) le cayera a golpes hasta dejarle la cara moreteada, por el hecho de no haber llegado virgen al matrimonio?
¿Por qué Bayardo San Roman le dio tanta importancia a la falta del hilo de sangre en la sabana, luego de haber consumado el matrimonio?* ¿Era mas grande su ego masculino que el amor que sentía hacia Angela?
¿Como es que la virginidad de una hija, determina el honor de toda una familia?
Me quedé pensativa por unos días, llena de preguntas. Me decepcioné de la cultura latinoamericana. Sentí que ya no pertenecía a lugares que contaran estas narrativas, que hoy en día atentan contra la libertad de la mujer.
La luz al final del túnel es la certeza de lo mucho que he crecido. De cuanto se ha ampliado mi visión del mundo, en la que ahora caben múltiples maneras de abordar lo que leo.
¿Tú qué tanto has cambiado desde que dejaste tu país? ¿Recuerdas lo que sentiste al retomar tus antiguas lecturas ?
Para mí, vivir en Francia será siempre un ejercicio de búsqueda de identidad. Leer a Gabriel García Márquez en pleno 2024, también.
*En aquella época, el hilo de sangre que dejaba la mujer al perder su virginidad hacía referencia a la ruptura del himen. Hoy en día se sabe que el himen puede romperse por hacer ejercicios de gimnasia, por citar un ejemplo. De hecho, hay mujeres que pueden nacer sin himen.